sábado, 31 de enero de 2009

El Maderero o Ganchero: una profesión muy valenciana desaparecida.



Los valencianos contemplamos con admiración y orgullo la transformación del antiguo cauce del río Turia en anchuroso y transitado jardín. Y en su tramo final -próximo ya al mar-, las monumentales construcciones del arquitecto Calatrava -Hemisfèric, Ciudad de las Ciencias, Palau de les Arts, etc.-, que constituyen nueva imagen y referente global de la ciudad.

Valentiae Edetanorum es hoy urbe cosmopolita, destino referente de visitantes y turistas. Paseando por este conjunto arquitectónico tan singular a uno siempre le embarga la sensación de no estar en su Valencia natal. Pero los valencianos nos sentimos felices de estos logros y disfrutamos mostrando nuestra ciudad –que ha sabido combinar sabiamente el valor de tradición y modernidad-, a quienes nos visitan.

El río Turia fue también la base de una actividad económica muy relevante siglos atrás: la maderera fluvial. Desde el siglo doce se conocen referencias del uso del caudal del Turia como medio de transporte para hacer llegar a la capital del Reino los troncos cortados en los montes del antiguo marquesado de Moya, en la serranía de Cuenca y Rincón de Ademuz.


La actividad fluvial cobró enorme importancia en el siglo dieciocho y se mantuvo hasta finales del diecinueve. Cada año con la llegada del otoño y las crecidas del río, se organizaba la conducción de las partidas de troncos. El maderero o ganchero era el encargado de guiarlas durante el largo trayecto: un recorrido que se hacía en cuatro meses y en el que participaban varios cientos de ellos por cada carga. Desde la orillas miembros de las cuadrillas gobernaban el avance. La profesión exigía gran fortaleza física, buenas dotes de templanza y mucha firmeza.

En los desfiladeros por los que corre el Turia, especialmente en los saltos de Chulilla, los gancheros, se descolgaban atados con sogas por gargantas de doscientos metros de altura para dar avance a los troncos bloqueados. Antonio Cavanilles en sus Observaciones da testimonio de estas proezas:

“…es aquel sitio cuando pasa la madera que desde Moya y los montes de Castilla baxa hasta la ciudad de Valencia. No pocas veces se cruzan los maderos por la estrechez del paso; otros se amontonan sobre los que formáron una especie de barrera, siendo entonces preciso que algunos hombres baxen á cortar y quitar estorbos, y hallándose los muros cortados como á pico, solo resta el recurso de las sogas por donde se descuelgan. Practican esta operación arriesgada, y consiguen dar curso á la madera; si bien algunos ingelices pagan con la vida, ó arrebatados de la corriente siempre violenta en aquella estrechez, ó heridos de algún madero que se precipita con furia al romper la barrera(1).
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Al llegar a Valencia, los troncos se extraían del agua y se dejaban secar durante cuarenta días. Después se medían, –en palmos valencianos-, y se marcaban. Marcar o marco era la operación mediante la que se asignaba la categoría específica a cada tronco en función de sus medidas: llamábase Tocho al tronco de mayor medida, los siguientes en escala decreciente tomaban los nombres de Mejoría, Sisa, etc.

El Caballero Regidor o Comisario de Marco -nombrado por la Ciudad-, tenía plena responsabilidad y poder sobre todos los aspectos relacionados con la llegada, extracción, medida, marcado y venta de los troncos.

Las normas valencianas para marcar eran de tan común uso que en el siglo diecinueve fueron adoptadas por todas las cuencas fluviales españolas.

Hasta el siglo dieciocho estas normas fueron impresas, por lo que sabemos, una única vez: en 1742, en Valencia, en la imprenta de Antonio Bordazar de Artazú. El impreso, un folleto de seis páginas en folio, es de cierta rareza pues solo hemos encontrado un ejemplar referenciado además del que aquí reproducimos:




Explicacion del marco con que se aprecia la madera quadrada, que viene por el Rio, y se apeaña fuera de los Muros de esta Ciudad de Valencia, para la mayor inteligencia del Cavallero Regidor, que tuviesse la comission de este abasto. Entra por treinta palmos, Valencia, 1742, [Antonio Bordazar de Artazú], 3 folios, 300 x 205 mm.

Reproducimos a continuación las páginas del impreso, recordando al lector paciente que pinchando sobre ellas quedarán ampliadas para su cómoda lectura:






La fecha de impresión del folleto -1742-, ha sido obtenida de la página 5, Nota 10.

El impresor, como indica Gregorio Mayans y Siscar en su Specimen Bibliothecae hispano-majansianae es Antonio Bordázar de Artazú. Escribe Mayans sobre este impreso: "Haec explicatio utilissima est ad emenda ligna, quae per Turiam (Guadalaviar) comportantur".

No en Palau.
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CCPBE referencia un solo ejemplar, que fue de Gregorio Mayans, hoy en la Biblioteca Valenciana.
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Los gancheros y la Villa de Chelva en el Reino de Valencia
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La Villa de Chelva fue la cuna de los gancheros o madereros más afamados y demandados, no solo en el Reino de Valencia, sino en otras cuencas fluviales de España. Un vivo y apasionado retrato de estos esforzados trabajadores lo encontramos en Los valencianos pintados por sí mismos.

Joaquín Pardo de Lacasta firma el artículo dedicado al maderero -que principia con el grabado arriba mostrado-, ofreciendo estupenda y emotiva pincelada de estos hombres:

El maderero puede decirse que es el representante más puro de la raza ibérica, de esa raza que formó las mejores legiones romanas que luchó siete siglos con los árabes y que dio celebridad a la infantería española en Italia y Flandes”.

Para ser maderero se necesita haber nacido en Ademuz, Cofrentes o Chelva. En este último pueblo encontraréis … el tipo perfecto de la clase, el maderero puro, el cual no se ocupa en otra industria ni conoce otro género de vida que el trabajo o merodeo a orillas de los ríos, ora se llamen éstos el Duero, el Guadalquivir, el Tajo, o él Júcar o el Turia. En los otros dos pueblos indicados, el maderero es a la vez un jornalero de campo, y maneja más tiempo el arado que el gancho. Solo cuando Chelva ha enviado a los ríos todo su contingentes es cuando se acude a Cofrentes o Ademuz en busca de madereros. Además en Chelva reside la plana mayor de este ejército acuático”.

Pardo de Lacasta compara la vida del maderero a la del marino que solo confía en la mar y se siente inseguro en tierra:

El maderero como tipo primitivo y de honradez heredada, conserva un miedo tradicional a las malas artes que se suelen ejercer en las grandes ciudades, y prefiere el ruido armonioso de los ríos nunca para una conducción salen menos de ciento, y a veces doble y triple número”.

La pintura de Pardo de Lacasta concluye evidenciado las transformaciones industriales y  manufactureras y sus efectos en el sistema económico en el siglo diecinueve y en esta tradicional profesión:

El movimiento progresivo del siglo del vapor, del telégrafo eléctrico y del déficit ha ejercido también su influencia en la vida del pobre maderero… El genio especulador del siglo XIX ha hecho nacer la figura del empresario… el cual por una cantidad alzada, pero bien calculada, se obliga a hacer la conducción: de ahí el interés en que esta se verifique en el menos tiempo posible, y como c0oncsecuencia inmediata que el trabajo sea más duro(3).

A la noble y valenciana Villa de Chelva cabe, pues, el honor de haber ofrecido los mejores hombres dedicados al transporte fluvial de troncos durante siglos. Y del valor de los chelvanos da fe un paisano suyo, el Rector Vicente Marés (1633-1695) autor de la célebre obra La Fénix Troyana.


Vicente Marés, La Fenix Troyana. Epitome de varias, y selectas historias, assi Divinas, como Humanas: Breve resumen de la poblacion del universo. Noticia, y descripcion de toda la tierra. Succinta fundacion de los lugares mas famosos de España, con la succession de quantos Principes la han dominado; y deleytoso Iardin de Valencianos, Valencia, 1681, folio, Mateo Penen.
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Escribe Marés en el capítulo XV de la obra, De la robustez de los hijos de Chelva:

Son todos los hijos naturales de Chelva, de su naturaleza, tan dados al trabajo, tan briosos, tan admirables, tan gigantes en sus fuerças, y tan conocidos por tales en el Reyno de Valencia, y en estos contornos de Aragon y Castilla, que en cualquier parte que llegan a conducirse, les pagan mucho mayor sueldo que los demás; y quedan tan reventados, que a los 50 años, yà son como viejos de 70”.

Y tras citar varios prodigios de fuerza, referencia Marés el de un maderero:

Viviendo Don Gaspar Ladron, Vizconde de Chelva, ultimo possedor de este Vizcondado, y hallándose en la Ciudad de Valencia, al tiempo que los de Chelva estaban sacando del agua, y apeañando la madera que llevan los mas de los años, por contar estas cosas inauditas, y pareciéndoles a muchos increíbles, salió dicho Señor con muchos Cavalleros de dicha Ciudad, de hecho, y mandando a un tal Ioseph Sanchez, dicho comúnmente el mostachudo, que hiciese algo de fuerças, pidió unas alpargatas nuevas, las quales se calçò, y aviendo un leño, que un par de muelas, no lo podían arrastrar, ni mover, hizo echar sogas, y el solo le llevò desde el rio a la peaña, dexando las alpargatas hechas pedazos, con mucha admiración de los muchos circunstantes que avia.”


Reproducimos para su lectura las páginas que el rector Marés dedica a la figura de los ciudadanos de Chelva:
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La Fénix Troyana es obra de necesaria consulta por las noticias que trae tanto de la historia de la villa de Chelva como del Reino de Valencia. También es obra curiosa por los capítulos en que el buen padre Marés, llevado por el extremo amor a la villa que le vio nacer, se esfuerza en demostrar con todo tipo de argumentos que no fue sino en Chelva... ¡donde Dios creó el Paraíso Terrenal!

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Lector ocioso, cuando pasees por el viejo cauce imagina, por unos momentos, los tiempos en que en este lugar bullía la vida maderera. Tal vez puedas sentir el rumor de la algarabía de la llegada de los gancheros de Chelva con su preciada carga y el gesto impaciente en el rostro de los comerciantes -vestidos con levitones y calzas blancas-, atentos al movimiento de los troncos.

Podrás observar al adusto Caballero Regidor imponiendo con firmeza su criterio en las disputas al marcar. Y cerca de él, la figura de Juan Gironés -siempre con sus mulas-, único que tiene el derecho a descargar troncos. Y al amigo chelvano José Sánchez, más conocido como el mostachudo esperando un buen trago de vino como recompensa a la demostración que acaba de ejecutar ante su señor el vizconde y otros varios distinguidos caballeros valencianos...
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(1). Antonio Josef Cavanilles, Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y Frutos del Reyno de Valencia, Madrid, 1797, Imprenta Real, 2v. folio, T. II, pág. 57.

(2). Gregorio Mayans y Siscar, Specimen Bibliothecae hispano-majansianae sive Idea novi catalogi critici opervm scriptorvm hispanorvm, quae habet in sva bibliotheca Gregorivs Majansivs generosvs valentinvs. ex mvseo Davidis Clementis, Hannover, 1753, Johann Wilhelm Schmid, 4º, pág. 153.

(3). VV. AA., Los valencianos pintados por si mismos. Obra de interés y lujo. Escrita por varios distinguidos escritores, Valencia, 1859, Imprenta de la Regeneración Tipográfica de D. Ignacio Boix, 4º, págs. 297 y ss.

(4). Para un estudio detallado de la actividad fluvial en España ver el trabajo de los profesores Juan Piqueras y Carmen Sánchez, El transporte fluvial de madera en España, geografía histórica, Cuadernos de GeografÍa, 69-70, Valencia, 2001.

11 comentarios:

Galderich dijo...

Diego,
Precioso y emocionante artículo en el que enlazas un sinfín de libros con coherencia y amor.
Cuando en marzo visite la hermosa ciudad de Valencia (tanto el casco antiguo como el contemporáneo)seguro que tendré un recuerdo para con esta actividad hoy desaparecida.
La imaginación que nos dan los libros y sus relatos me ofrecerá el espectáculo bullicioso de los madereros de dura vida.

lamberto palmart dijo...

Buenas noches, Diego. Interesante historia e interesante reflexión del ayer y hoy de Valencia, respaldado, como siempre, por documentos bibliográficos únicos. Antaño el avance económico valenciano fue forjado por hombres que, aun arriesgando su propia vida, lo daban todo por su trabajo. Evidentemente para ganar unos reales y llevar un plato de caliente a la mesa, pero también había un fondo de orgullo y competitividad tremendo, que los impulsaba a ser los mejores en su oficio. Tal vez deberíamos aprender de nuestra pasada historia para afrontar el incierto futuro.

Saludos bibliófilos

Diego Mallén dijo...

Galderich, en marzo será un momento estupendo para vernos en Valencia juntco con lamberto. ¡Saludos bibliófilos!

Diego Mallén dijo...

Amigo Lamberto, tienes razón en tu reflexión y también Pardo de Lacasta cuando a mediados del XIX comienza a percibir como las maneras de trabajar, los gremios, el esfuerzo, la motivación (vale la pena leerse el artículo entero en Los valencianos pintados...) va a sucumbir ante una cierta voracidad empresarial que antepone el máximo y más rápido beneficio a cualquier otro planteamiento. Saludos bibliófilos, Diego.

Galderich dijo...

Gracias por el ofrecimieno de vernos con Lamberto que ya me gustaría, seguro que sería un placer! El problema son los 50 alumnos de los que soy custodio con otros dos profesores...
Por un problema informático perdí los emails que me enviaste. Si me puedes enviar uno te lo agradeceré por si hay alguna forma de combinación y momentos de asueto.
Por otra parte, ¿la fecha de tu ordenardor la tienes bien? En la actualización de blocs que tengo en el mío sólo el tuyo siempre me aparece como actualizado con un día de retraso.
Un abrazo bibliófilo.

Rui Martins dijo...

Buenas noches Diego
Más un artículo en lo cual nosotros sentimos tu amor por Valencia y por los libros.
La mezcla de lo que tu escribes y los relatos de los libros, como siempre documentos de grande rareza, nos hacen pensar como el hombre de ayer hay tenido una importancia en el desarrollo de nuestras ciudades y países.
Pensó que un de los aspectos importantes de la bibliofilia es poder conectar nuestra pasión por los libros y lo que se logra aprender en su lectura…los libros non deben estar sellados en nuestras bibliotecas como “bibelots”, elles deben servir para, con su lectura, conocer mejor la prodigiosa actividad de nuestros artesanos y trabajadores de antaño.
Y, como tu dices muy bien, “una cierta voracidad empresarial que antepone el máximo y más rápido beneficio a cualquier otro planteamiento”, estos artículos para los más jóvenes recuerdan un poco nuestro pasado.
¡Saludos bibliófilos!

Rafael Solaz dijo...

Magnífico el artículo sobre los madereros, una profesión que tanto tuvo que ver con la historia de Valencia y bien vale un estudio más profundo. Diego Mallén, con su erudicción y los datos bibliográficos aportados, ha abierto un camino para una futura investigación. Repito, un artículo interesante.

Manil dijo...

No hace mucho anduve por los cañones del Turia, en el término de Chulilla, recorriendo la reabierta recientemente "senda de los pantaneros" con fines puramente recreativos. Es ahora, tras leer este magnífico artículo cuando alcanzo a comprender los dificil, complicada y exigente que debía ser esa desaparecida profesión de ganchero.
Excelente artículo, gracias por hacerme ver ese pedazo de naturaleza con otros ojos.
Un abrazo, Manil Raga.

Anónimo dijo...

Es una lástima, creo que la modernidad trae ese tipo de cambio en los oficios. Por ejemplo, ahora la meca está en Internet. Y yo apenas el otro día aprendí a descargar whatsapp para pc, porque ni siquiera tengo un movil. Es demasiada tecnología para mí.

nomada dijo...

No hace mucho anduve por los cañones del Turia, en el término de Chulilla, recorriendo la reabierta recientemente "senda de los pantaneros" con fines puramente recreativos. Es ahora, tras leer este magnífico artículo cuando alcanzo a comprender los dificil, complicada y exigente que debía ser esa desaparecida profesión de ganchero.
Excelente artículo, g la-voz.net/abraham-valdelomar/

Diego Mallén dijo...

Muchas gracias Nómada por tu comentario. Me alegro te haya sido útil y de interés el articulo. La excursión debe ser muy instructiva e interesante para comprender la actividad y vida de los gancheros. Saludos cordiales!