Rastro de Valencia, marzo de 1978. El edificio del fondo, parcialmente recogido en la fotografía -hoy todos ellos desaparecidos-, era la casa solariega de la familia valenciana Sanz de Bremond. Sobre el solar de los tres edificios se levantó en la década de los ochenta -para tormento visual del ciudadano y paseante-, una de las más horribles edificaciones de la ciudad. Monumental insulto estético y al buen gusto: la sede del sindicato CCOO. (Fotografía: Diego Mallén).
Estos días del Adviento traen -si no la melancolía-, una cierta inclinación a la evocación de los tiempos que se fueron. Y pensando en libros recordamos las mañanas de domingo disfrutadas -hace ahora treinta años-, en el popular Rastro de Valencia, plaza de Nápoles y Sicilia. Allí, revolviendo entre montones de papelotes dábamos con alguno de los que considerábamos de antiguo.
La plaza albergaba un mercado de barrio -mercadillo de la Congregación-, con una docena de casetones de madera pintados en ocre oscuro. El mercado abría todas las mañanas excepto la del domingo, en que se asentaban en él los vendedores del Rastro.
Vista del mercadillo de la Congregación y de una de sus casetas (decorada con una pintada invitando a sexe lliure) desde la calle Aparisi y Guijarro (1978). (Fotografía: Diego Mallén).
La imagen del Rastro con sus pilas desordenadas de libros, folletos y papelote la dibuja José Gutiérrez Solana en el capítulo La feria de libros, de su obra Madrid, escenas y costumbres, vol. 2, p. 108 y ss., Madrid, 1913. En el Rastro acaban los… “restos de bibliotecas cuyos volúmenes amontonaron en vida los muertos con tanto deseo como si fueran a coleccionar todo lo que se ha escrito y que para la familia no siendo más que una carga pesada los malvendió”.
La imagen del Rastro con sus pilas desordenadas de libros, folletos y papelote la dibuja José Gutiérrez Solana en el capítulo La feria de libros, de su obra Madrid, escenas y costumbres, vol. 2, p. 108 y ss., Madrid, 1913. En el Rastro acaban los… “restos de bibliotecas cuyos volúmenes amontonaron en vida los muertos con tanto deseo como si fueran a coleccionar todo lo que se ha escrito y que para la familia no siendo más que una carga pesada los malvendió”.
Amigos y vendedores en el Rastro: Juanito -¡hojeando a saber que publicación!-, mi hermano Rafa a su izquierda y el primero por la derecha, José Morelo (Marzo, 1978). (Fotografía: Diego Mallén).
También Azorín nos deja en La Voluntad, Barcelona, 1902, p. 187 su reflexión: “...siento cierta vaga tristeza en este inmenso y rumoroso cementerio de cosas -que representan pasados deseos, pasadas angustias, pasadas voluptuosidades”.
Vendedora emblemática, protegida contra el incipiente sol primaveral valenciano (1978). (Fotografía: Diego Mallén).
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Y con este exordio traemos al recuerdo una de nuestras primeras adquisiciones de libro antiguo. Fue un domingo del mes de marzo del salutífero año de 1978: un tomo suelto de la obra Buen uso de la teología moral del Padre Guijarro, impreso en Valencia en 1791 por Benito Monfort.
El volumen estaba toscamente encuadernado en holandesa de época, afectado notablemente por manchas de agua e importantes galerías de polilla.
La obra consta de cuatro volúmenes y estaba destinada a la formación de los alumnos del Seminario de Valencia.
Al cabo de dos o tres domingos dimos en el mismo vendedor con otro volumen y al siguiente con uno más, ¡pero éste último nos fue arrebatado por un adelantado joven extranjero que hizo oídos sordos a nuestra petición de compra! Nada sabíamos entonces del gran impresor valenciano Benito Monfort, de su brillante hermano académico, artista y grabador, de su industriosa familia. Pero el libro nos atraía y entre el desconocimiento y la inocencia bibliófila disfrutábamos con su lectura y su contemplación.
P. Francisco Guijarro, Buen Uso de la Teología Moral segun la doctrina, y espiritu de la Iglesia, Valencia, 1971-74, Benito Monfort, 8º. (4 volúmenes de los que solo 1 y 2).
Palau, 110.799, Guastavino 178, Ruiz Lasala 541.
El volumen estaba toscamente encuadernado en holandesa de época, afectado notablemente por manchas de agua e importantes galerías de polilla.
La obra consta de cuatro volúmenes y estaba destinada a la formación de los alumnos del Seminario de Valencia.
Al cabo de dos o tres domingos dimos en el mismo vendedor con otro volumen y al siguiente con uno más, ¡pero éste último nos fue arrebatado por un adelantado joven extranjero que hizo oídos sordos a nuestra petición de compra! Nada sabíamos entonces del gran impresor valenciano Benito Monfort, de su brillante hermano académico, artista y grabador, de su industriosa familia. Pero el libro nos atraía y entre el desconocimiento y la inocencia bibliófila disfrutábamos con su lectura y su contemplación.
P. Francisco Guijarro, Buen Uso de la Teología Moral segun la doctrina, y espiritu de la Iglesia, Valencia, 1971-74, Benito Monfort, 8º. (4 volúmenes de los que solo 1 y 2).
Palau, 110.799, Guastavino 178, Ruiz Lasala 541.
-Lo mínimo, lo mínimo en que te lo puedo dejar es doscientas pesetas...-, dijo el joven estudiante de físicas que lo vendía. El despierto e inteligente vendedor alternaba sus estudios en la Universidad de Valencia con el incipiente comercio de libro antiguo. Andando el tiempo se convirtió en uno de los libreros anticuarios más reconocidos y respetados de España (y el que esto escribe, que se precia de su amistad labrada sobre libros y muchas pintas de cerveza en Finneghan's, en uno de sus clientes).
Un ejemplar Salvá proveniente de la biblioteca de Benito Monfort
Cuenta Salvá en su Catálogo una anécdota relacionada con el impresor Benito Monfort y una rara edición de una obra del italiano Francisco Guichardino impresa en Baeza en 1581.
Benito Monfort había logrado reunir cuatro ejemplares -todos faltos-, de esta rara edición castellana de Guichardino (o Guiccardino). Don Vicente Salvá no tenía ejemplar en su biblioteca y Monfort le cedió sus cuatro ejemplares. Con ellos Salvá pudo hacer uno solo completo.
Esta es la colación de tan singular ejemplar:
Francisco Guichardino, La historia del señor Francisco Guiccardino Cavallero Florentin. En la qual demas de las cosas que en ella han subcedido, desde el año 1492, hasta nuestros tiempos, Se tracta muy en particular, de los hechos del Gran Capitan, en el reyno deNapoles, y de muchas otras cosas notables, que en diversas partes del mundo subcedieron en los mesmos tiempos. Traduzida por Antonio Florez de benavides, veintiquatro de Baeça, Dirigida, al Illustrissimo, y Reverendissimo Señor Obispo Don Antonio de Paços, Presidente de Consejo Supremo de España,Baeza, 1581, Iuan Baptista de Montoy, folio, 285 x 190 mm.
Encuadernación plena piel, chagrín, lomo con nervios, dorados, planos enmarcados con greca, al centro de ambos supralibris de la Biblioteca de Salvá, cortes dorados. Siguiendo la moda impuesta por los bibliófilos franceses de la época los folios del ejemplar están lavados y planchados.
Colación:
Blanca, portada con escudo con las armas del obispo Antonio de Pazos, folio con erratas y tassa, 184 folios, 4 hojas con soneto y tablas, hoja con emblema del impresor y colofón.
Al recto del folio 184 armas y nota: Fin de la primera parte de la historia del señor Francisco Guychardino.
Tras el folio 184, cuatro folios (el recto del primero con soneto de Luis de la Torre Salcedo a Micer Guichardino) y tablas.
Al recto de la última hoja, emblema del impresor con el siguiente colofón: "I.B.D.M. A Servicio y alabaça de Iesu Christo nuestro señor: y de la gloriosissima y siempre virgen Sancta Maria, madre suya, y Señora nuestra: Haze fin la presente historia del señor Francisco Guichardino. Fue impressa en la muy noble, & muy leal, & antigua ciudad de Baeça. En casa de Iuan Baptista de Montoya. Año de mil & quinientos y ochenta & un años. La sigunda pte desta Historia, saldra presto, porque esta ya traduzida".
Brunet, II, 1805: “Existe una traducción española de la historia de Guicciardini por Ant. Florez de Benavides, Baeça.., 1581, folio pequeño, que ya era bastante rara hace 150 años, que Antonio no había podido verla. Salvá la estima en 6 libras y 6 chelines”.
Palau, 110715: “Contiene esta obra los siete primeros libros de Guiciardini… Salvá estimaba esta obra en 6 libras 6 chelines, y la tenía por rara”.
Pedro M. Cátedra, Imprenta y lecturas en la Baeza del siglo XVI, Salamanca, 2001, ref. 42, p. 219-222: con detallado estudio de la edición y de los diferentes estados que presenta. Referencia veintidós ejemplares en bibliotecas españolas (incluyendo el presente ejemplar Salvá en biblioteca particular de Valencia) y extranjeras.
CCPBE: veinte ejemplares, once faltos.
Y damos a continuación la anécdota descrita por Pedro Salvá relativa al presente ejemplar y el impresor Benito Monfort recogida registro del Catálogo correspondiente a esta obra:
"Contiene este tomo siete libros de la obra de Guichardino; y en una nota después del colofón en la última hoja, dice que La segunda pte desta Historia saldra presto porq^ esta ya traducida: no llegó a publicarse. D. Nicolás Antonio en una aprobación que precede a la traducción de la presente obra de Guichardino hecha por D. Otón Edilio, descrita en el siguiente artículo, se espresa en estos términos:
Tiénese noticia de que en el siglo pasado nos dio una traducción desta misma obra Antonio Flóres de Benávides, natural y regidor de Baeza, que se dice impressa en la misma ciudad el año de 1581 en folio. Pero asseguro que con haber tenido curiossidad por genio propio, y aun necessidad por cumplir mejor con el assunto que me impuse y se ha visto en público, de revolver librerías y libros, nunca he podido encontrar con esta traducción; de que debo colegir, que se ha malbaratado, ó anda en manos de pocos; y si no se refiriese el año, la oficina y forma de su impression, se podria dudar de que hubiese sido.
A pesar de esta rareza D. Benito Monfort llegó a reunir cuatro ejemplares adquiridos después por mi padre; verdad es que los cuatro solo pudo formarse uno completo y bastante bueno, que es el que poseo en la actualidad".
Pedro Salvá y Mallén, Catálogo de la biblioteca de Salvá escrito por D. ... enriquecido con la descripción de otras muchas obras, de sus ediciones, etc., Valencia, 1872, Ferrer de Orga, 4º, 2 vols. Ref. 3.245
El Guichardino fue el primer ejemplar que conseguí de la biblioteca de Salvá. Vino a mis manos de las del librero burgalés establecido en Valencia, don Andrés Ortega del Álamo (q.e.p.d). Hace quince años, una tarde tertulia, en su librería de la calle de la Nave, me dijo:
-¿Quiere ver usted libros de la biblioteca de Salvá? Venga mañana y le mostraré los dos que guardo. No están a la venta pero me satisfará que los contemple.
Más tarde Ortega me cedió amablemente ambos libros. Puso, además del precio, una condición: que fueran para mi personal disfrute, no para la venta. He sido fiel a la clausula impuesta y espero seguir cumpliéndola los años de vida que Dios me dé.
“Yo presiento que van a desaparecer muchas cosas que amo profundamente...”, Azorín, La Voluntad, Barcelona, 1901, p. 126.
7 comentarios:
Amigo Diego, emocionante relato en el que mezclas vivencias y libros. La Valencia de finales de los setenta aun albergaba en su rastro alguna que otra oportunidad. Nada que ver con el actual. Lástima que no lo pudiera conocer a fondo. Conocía de su existencia pero aun no era consciente de lo que albergaba. Andaba por aquella época adolescente pensando mas bien en el significado de las pintadas similares a las de la caseta de la foto desde la calle Aparisi y Guijarro.
Curioso también el principio de aquel estudiante de Físicas, que al final le llevo a cambiar vectores, fuerzas y átomos por libros, encuadernaciones y ferias.
Y que decir de tan magnífico libro, convertido en un ejemplar con casi más historia que la propia escrita entre sus páginas y con el bagaje de tan noble promesa.
Una vez más una gran lección de bibliofilia.
Saludos bibliófilos de Lamberto Palmart
Amigo Lamberto, muchas gracias por tus cariñosos comentarios. El Rastro de Valencia en aquella época en que yo tenía veintipocos años ofrecía piezas interesantes de todo tipo: bocetos y apuntes de Benlliure, pinazo y hasta de Sorolla. Libros con cierto interés. Recuerdo las mañanas de domingo con especial cariño. Por aquella época me interesaba enormemente la fotografía e iba con mi Nikon a todas partes. Las fotos mostradas son mías. Hace unos meses digitalicé todos mis carretes.
Saludos bibliófilos,
Diego.
wau wau que hacía tiempo que no entraba yo...!! Aunq he de decir que no estoy muy de acuerdo con tus grandes ídolos del pasado... asiq tu no sufras, porque nosotras no malvenderemos tus libros =) jajaja
bueno... no queda nada para vernos!!! que ya quiero un achuchon!! nos vemos en 4 dias!!
tq
Felicidades por las fotografias y por la Historia del libro. Como bien dice Lamberto, estas historias son casi más atractivas que el libro mismo.
Un banquero diría que son el valor añadido! Para los que amamos los libros és la emoción en estado puro.
Hola, Diego. Me ha gustado tu relato sobre el viejo rastro valenciano. ¡Lástima que yo no llegara a conocerlo! Me trae algunos recuerdos del rastro madrileño que recorría inocentemente hace ya bastantes años con ganas de buscar algún objeto preciado entre los montones de libros polvorientos que se apilaban entre trastos viejos.
Enhorabuena por tu blog, que visitaré con asiduidad.
Un abrazo
Amigo Galderich, muchas gracias por tus palabras. En efecto, son tantas las facetas, los momentos, las anécdotas que giran en torno al libro... ¡y si es antiguo y lleva ya algún siglo dando tumbos por un lado y otro, entonces tiene más vida que nosotros!
¡Te esperamos por Valencia!
¡Felices fiestas!
Diego
Querido Rafa: he visitado tu blog dedicado al cine. Tú tienes mucho que contar también sobre el mundo del libro antiguo, ¡ánimo!
...Como por ejemplo los viajes que nos hacíamos Alicante-Madrid para acudir a las subastas de Durán, al Salón del Libro Antiguo en el Reina Victoria...
Un abrazo fuerte y nos vemos pronto.
Diego.
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